Mensaje Semanal para el Domingo 4 de Mayo de 2025
Cuando la Emoción Se Acaba
Una Reflexión Espiritual
Puede llegar un momento en el camino de cada alma en que alguien admita en silencio: «La emoción de la vida se ha acabado». No es una declaración dramática; es un susurro, un cansancio, la comprensión de que lo que una vez despertó alegría o propósito ya no lo hace. En ese momento, el mundo puede parecerse silenciado. Los colores se han disipado, la risa se siente distante e incluso las rutinas familiares ya no te reconfortan como antes. Si alguna vez has sentido eso, o si lo estás sintiendo ahora, debes saber que no estás solo. Muchos buscadores espirituales, santos y sabios han estado en esa misma situación y se han preguntado dónde se fue la chispa.
La guía espiritual no empieza por intentar borrar ese sentimiento, sino por escucharlo. Con frecuencia, cuando la emoción se desvanece, no es la vida en sí la que ha cambiado, sino nuestra conexión con ella. La emoción que antes sentíamos por los logros, las relaciones, las posesiones o la emoción puede perder su brillo porque el alma nos llama a algo más profundo. Cuando las alegrías externas se aquietan, puede ser señal de que nuestro espíritu está listo para algo más duradero, algo eterno. Esta es una encrucijada sagrada. No es un castigo. Es una invitación. La pérdida de la emoción no es un vacío; es el espacio donde algo más profundo, más auténtico, espera surgir.
Aquí es cuando somos llamados a interiorizarnos. Los grandes místicos nos recuerdan que «el Reino de Dios está en nuestro interior». En ese lugar interior, tranquilo y sagrado, el Espíritu susurra lo que el mundo no puede. Nos recuerda una alegría que no se basa en la adrenalina, sino en la consciencia. No es una emoción pasajera, sino una paz que permanece. Cuando abrimos nuestros corazones en oración, caminamos en silencio por la naturaleza, escribimos nuestros deseos en un diario o simplemente nos sentamos a respirar con intención, comenzamos a sentir de nuevo el ímpetu de la vida. Una emoción que no se basa en la sensación, sino en el significado. Un propósito que no está vinculado a la actividad, sino a la presencia. El viaje de la emoción a la profundidad no es fácil, pero es sagrado. Es aquí donde muchos redescubren su verdadera vocación: no perseguir la vida, sino encarnarla. Y al hacerlo, la emoción regresa, no en fuegos artificiales, sino a la luz del fuego. Suave. Firme. Eterna.
¡Mantengan la fe!
Rev-Bates
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